Las justas luchas de los trabajadores son más justas y estructurales cuando no pasan por la misoginia y la lesbofobia
A propósito de algunas expresiones en el paro nacional educativo
Identificar a la ministra de educación como una agente del neoliberalismo que desde hace años viene debilitando la estructura y desmejorando la calidad de la educación no es menos que acertado en la medida en que es cierto, de hecho, se supone que es uno de los ejes fundamentales de las reclamaciones estructurales del movimiento de docentes.
Muy a lugar las expresiones creativas de pancartas y memes que señalan sus debilidades como negociadora, y más que ello sus posturas intransigentes, de igual manera resultan inspiradoras las que comparan su salario con el de los y las profesoras, y las que contrastan su educación (con estándares superiores a los que alcanza la mayoría de estudiantes colombianos) con los análisis que presenta sobre la situación docente.
Pero tristemente el nivel del debate desciende a niveles francamente grotescos cuando las reclamaciones y exigencias de dignidad laboral se convierten en ataques basados en el lugar de poder en el que se sitúan buena parte de los (y tristemente las) profesores del movimiento que impulsa el paro en el que pretenden invalidar a la ministra por ser mujer y suponerla (porque no hay confirmaciones de su parte) lesbiana.
Este segmento del movimiento profesoral hace gala de sus estructuras de pensamiento y acción machista y homófoba cuando presenta la imagen de la ministra como una “vieja bruta”, “burra”, vanidosa, “tan bonita, pero mentirosa”, y cuando “analizan” la situación de la educación como una homología con su orientación sexual como una mera “mamadera de gallo”, que le “echa tijera al presupuesto”, que se “reparte las tortas con sus amigas”.
En un movimiento por la dignificación de los y las profesoras y por la mejora en la calidad educativa, y más aún en un momento en que –se supone- todos los movimientos sociales se preparan para el posconflicto y para sumar aportes para la construcción de una paz estable y duradera, resulta cuando menos contradictorio que las movilizaciones pongan de por medio posturas discriminadoras y segregacionistas, que pretenden invalidar a una servidora pública por ser mujer y presuntamente lesbiana y no por sus posturas políticas antidemocráticas.
¿Qué clase de reformas educativas proponen quienes basan sus luchas en este tipo de posturas?, ¿cómo concibe la educación para la paz un movimiento profesoral que pasa por alto estas manifestaciones de violencia de género e intolerancia frente a las orientaciones sexuales no heterosexuales?, ¿cuándo se hará un pleno reconocimiento a los derechos y la dignidad de las mujeres en un gremio que aunque está compuesto en su gran mayoría por mujeres sigue estando dirigido por hombres, y peor aún por posturas patriarcales?, esperamos que las críticas dejen de tener como base el sexo y la orientación sexual de la ministra y puedan avanzar las negociaciones desde el respeto mutuo para la construcción de educación igualmente respetuosa, incluyente, y que aporte integralmente a la consecución de la paz con todo lo que ella implica.