Cuando los niños se encuentran en medio de una pataleta, con un estallido de ira, o inmersos en un estado de nerviosismo o inquietud que afecta negativamente su bienestar, se afecta su capacidad de disfrutar o de permanecer en un lugar y relacionarse con las demás personas.
Estas situaciones también incomodan profundamente a los adultos presentes.
Si se intenta dar un recurso para calmarse en ese preciso momento –especialmente si se trata de expresiones de ira o enfado- pareciera que nada funciona, o que el niño aún no estuviera preparado para regularse.
Y probablemente la táctica sea buena y la intención de ayudarle sea muy intensa.
Quizás habría que buscar una mejor oportunidad para ofrecerlo, enseñarlo y que sea aprehendido, por que los recursos para regular emociones muestran efectividad cuando el niño logra recuperarlos de su arsenal de herramientas personales, elige alguno y lo utiliza en el momento conveniente, de la manera adecuada.
¿Es esto posible? Pues claro que sí.
Probablemente haya que invertir tiempo y energía en la enseñanza, en momentos de tranquilidad y no en medio de la pataleta, para incorporar entre las actividades cotidianas y en forma de juegos compartidos, aquellas estrategias que consideremos útiles para un niño en particular, o para los niños en general -y que cada cual tome el que le sirvan.
Aqui te dejo algunas recomendaciones,las cuales puedes utilizar.
I. Los cuentos:
Ya sea en formato de narración, historia, fábula, historieta o improvisación del relator, los cuentos poseen una gran ventaja: colocan en personajes las características familiares y las situaciones que son conocidas, o que resultan similares a las que resisten o pueden llegar a afrontar los chicos.
Lo maravilloso de lograr el interés y la motivación a través de los personajes y las situaciones que se presentan en las historias que contemos –o leamos juntos, dependiendo de la edad-, es que se vuelven queribles por los pequeños, y en momentos de desborde cuando se dificulta abandonar el propio estado emocional, suele resultar mucho más fácil salirse del malestar evocando la imagen del personaje, que ya ha sido registrado e incorporado, y con quien se ha vinculado emocionalmente a través de las historias.
En la web y en las librerías se encuentran formatos digitales y para imprimir.
Además, es posible y muy productivo crear las propias historias y personajes, con el agregado de los detalles que vuelvan las dinámicas más personales (sin caer en la obviedad, pues esto podría generar rechazo o resistencia a identificarse).
Lo fundamental es buscar o crear narraciones entretenidas, basadas en valores y no en formatos de temor al castigo –la vieja escuela-, que resulten estimulantes y motivadoras para actuar en busca de mayores beneficios para todos.
También, vale evitar las versiones con traducciones descuidadas de otros idiomas, que quitan la magia que produce el lenguaje.
Me ha encantado el recurso de la narración con un títere de mano (tortuga) para educación emocional.
II. Los videos
Con la misma argumentación que he detallado para los cuentos, los videos que poseen estas características son de mucha utilidad, pues resultan ser el formato que más atrae la atención y en el que los niños pueden ver reflejadas situaciones de conflicto, actitudes diversas y las consecuencias de las distintas decisiones que se toman.
III. La contemplación
Este es un recurso que atrae naturalmente a los infantes. Consiste en observar detenidamente y con todo detalle un objeto, un ser vivo como una flor, una hoja, plantas, insectos, el cielo con las nubes quietas o en movimiento, un recipiente con agua (así lo utilizaba Kung-fu panda), un paisaje natural real o registrado en fotografía o video, y otras que pudieran servir para cada niño.
Todas estas experiencias generadas trasladan la atención desde los pensamientos que tienden a aumentar en espiral el malestar (injusticia, venganza, resentimiento, etc.), a centrarse hacia aquellos otros que espontáneamente aquietan, exhibiendo calma, fluidez y aceptación.
IV. Frascos mágicos
Consiste en utilizar un sencillo dispositivo que se realiza básicamente con un frasco, agua, colorante .
Existen variadas versiones, y yo suelo indicarlo también para adultos que requieren apoyo a la hora de evitar montarse en el tren de la ira, el maltrato o la violencia.
Personalmente me encanta y resulta especialmente atractivo por lo “mágico” de sus brillos y la metafórica decantación del material, tal como las emociones desorganizadas, que en una pausa y con algunas respiraciones profundas, consiguen aquietarse y encontrar un particular ritmo.
Hay tutoriales en vídeo, recetas, ideas y variantes que se pueden encontrar también como “frasco de la calma”, “bote de la calma”, o “botella mágica”.
Aquí les acerco un formato que me pareció entretenido de hacer y claro en su explicación, pues agrega también una breve fundamentación.
Los niños responden de maneras diferentes a estas propuestas y algunas son más efectivas que otras en determinados estilos de familias o instituciones.
Lo cierto es, que cuando hallas un método para facilitar el acceso a la calma a ese pequeño, le estás ofreciendo un valiosísimo recurso para toda la vida, pues al sentirse con el dominio de su comportamiento en respuesta a un estado emocional, se empodera de las consecuencias que genera.
¿Me cuentas cómo te fue?